El automóvil es, desde su concepción, un objeto que ha fascinado a generaciones enteras. Hace tiempo que pasó de ser solo un medio de transporte para transformarse en algo más: en arte, en pasión, en un símbolo de estatus y libertad… Es un objeto con personalidad propia y en gran parte se lo debe al diseño.
Automóvil y diseño van unidos de la mano como ningún otro objeto cotidiano. La industria automotriz ha sido pionera en el uso del diseño como elemento diferenciador, comprendiendo la relación entre las ventas y el atractivo de sus modelos e innovando con conceptos nunca aplicados por otra industria. Entre ellos, los implementados por Harley Earl en el primer estudio de diseño de coches para General Motors en los años 30. Sin su trabajo, técnicas básicas que usamos a diario como el dibujo a mano alzada y el modelado con arcilla no serían lo mismo.
El diseño de coches también ha sabido reflejar la cultura y país en el que se desarrollaba, adoptando los gustos y necesidades del habitante de cada zona. Hace 40 años, un Cadillac, un Volkswagen o un Citroën eran entes completamente distintos nacidos de situaciones particulares. Esto contrasta con el mundo globalizado en el que vivimos ahora, donde unas pocas empresas controlan el mercado de coches, estandarizando diseños y minimizando la importancia de los requisitos del usuario en cada continente. Un claro caso es Ford, que en un movimiento para reducir costes, ha apostado por compartir plataformas y vender los mismos diseños en todo el mundo (Ford Fusion-Mondeo, Escape-Kuga, EcoSport…).
Ante esta situación, las marcas han optado por la diferenciación en base al precio y el estatus que ofrecen, dejando a un lado el diseño. En la actual era post-crisis (o crisis…), donde la distancia entre ricos y pobres es cada vez mayor, las ventas se han polarizado. Los coches de segmentos premium y low-cost han avanzado, perjudicando a las empresas generalistas, antiguas reinas del mercado. La solución que muchas barajan es la de fundar nuevas marcas de lujo a partir de cero (Citroën con DS o Hyundai con la nueva Genesis). Sobre el papel la idea es válida, pero el reto está en convencer a un consumidor dispuesto a invertir en marcas con una imagen y un pasado sólidos, pero no en otras de nueva creación. Para solucionarlo, el diseño de estrategia y el posicionamiento frente al cliente es indispensable.
Otra de las fórmulas para que las marcas generalistas vendan más sería adaptar sus modelos a las urgencias del mundo actual, ¿verdad? Sería cierto si no fuera porque el mundo de automóvil puede ir a contracorriente de la lógica.
En gran parte, la compra de un coche se basa en la impulsividad, la estética y la imagen que proyectas ante los demás, además de la influencia que ejercen los departamentos de marketing y diseño. Las marcas seducen al consumidor con modelos halo, más atractivos (y caros) y que siguen las modas del mercado. Esa es la razón por la que triunfan los SUVs (excesivos e inútiles en muchos casos) y no los coches racionales. El diseño como estética pura y la forma sobre la función y la lógica han triunfado.
Y es que la estética (especialmente la exterior) es la parte más vendible y atractiva del coche. Para el diseñador es algo mágico, ya que permite con el automóvil como si de una escultura se tratase. Por desgracia, esa magia del diseño basada en la armonía y las buenas proporciones ha mutado en los últimos años en una tendencia al barroquismo y la exageración. La necesidad de algunas marcas de diferenciarse está llevando a aplicar todas las ideas posibles de diseño en un mismo coche, obteniendo modelos extravagantes que dudo resistan bien el paso del tiempo.
Una manera que usan las marcas para destacar frente a la competencia es incorporar un elemento distintivo que se repita en todos los modelos (por ejemplo: los riñones de BMW) y unificar el diseño de todos sus modelos, diferenciándolos por detalles o partes personalizables, pero permitiendo al cliente identificar la marca a primera vista. Entre esos detalles están los faros, que han pasado de ser algo mundano a convertirse en un escaparate tecnológico y de prestigio. Sólo hay que mirar los avances de Audi o BMW al respecto, con faros OLED y láser con diseños espectaculares (en ocasiones más que el resto del coche). En Mormedi supimos ver el potencial de estos elementos cuando hace ya más de 10 años trabajamos junto a Nissan en un diseño de faros innovador y atrayente.
Nos encontramos en un momento crucial para el automóvil. La competencia no se ciñe a las marcas rivales y a lo que sus motores o diseño puedan ofrecer. El enemigo son las nuevas tecnologías en el transporte, un cliente cada vez menos apegado al coche y una sociedad que necesita urgentemente nuevos medios para moverse. Es en este nuevo escenario donde una empresa como Mormedi, con experiencia en diseño global y capaz de entender las preocupaciones y necesidades del usuario, tiene mucho que aportar.
Vamos a crecer ¡juntos!
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